Matanzas: Ciudad de Puentes, Versos y Rumba.

Matanzas, fundada el 12 de octubre de 1693, celebra este año sus 332 años de historia viva, siempre fiel a su esencia como crisol pluricultural y multiétnico.

Conocida como la “Atenas de Cuba”, sede de poetas, músicos y pensadores, Matanzas dió luz a figuras esenciales como José Jacinto Milanés, José White, Esteban Borrero, Dámaso Pérez Prado, José María Heredia, Gabriel de la Concepción Valdés, conocido como «Plácido» y a la inolvidable Carilda Oliver Labra, nuestra “Novia de Matanzas”, entre otros tantos.

Ciudad de puentes —más de veinte cruzan los ríos Yumurí, San Juan y Canímar, lo que le valió el apelativo de “Venecia Cubana”—, fue también cuna del danzón (en 1878, compuesta por Miguel Faílde en la Quinta Luna), del mambo, del chachachá, del batarumba y del primer violín dedicado a Oshún. Además, sus cabildos y casas templos, como San Juan Bautista Iyessa Moddu, Santa Teresa de Jesús, Arará del Espíritu Santo, Olokun–Casa de Férmina Gómez, Nilo Nille y cientos de plantes Abakua y grupos portadores étnico-religiosos únicos en Cuba y Latinoamérica, conservan tradiciones africanas con más de tres siglos de historia, dando de este modo otro bautizado nombre: la Ile – Ife – La Roma Lucumi. 

Matanzas más allá de su capital, despliega un paisaje fértil y diverso: las cuevas de Bellamar, joyas geológicas; Varadero, con sus playas mundialmente reconocidas; y pequeños pueblos donde persisten tradiciones campesinas y hasta mexicanas, o los toques de tambor de agua en celebraciones religiosas, herencia viva de las culturas afrodescendientes y de ese ajiaco que decía Fernando Ortiz. Aquí, la cultura no es un producto de exportación, sino un bien compartido, que se alimenta del trabajo colectivo y del orgullo de pertenencia. Es, en fin, un homenaje continuo a la identidad, la resistencia cultural y la memoria colectiva. Un espacio que personifica el arte como transformación, una ciudad, una provincia, que respira cultura desde la raíz y late al compás de su gente.

En cada esquina, en cada palmo de tierra transitada, entre ríos y esa bella bahía –la segunda más profunda de Cuba-, se despliega un crisol donde confluyen raíces africanas, europeas y caribeñas, tejidas con la paciencia de quien borda un tapiz de crónicas colectivas, por ello sus puentes —iconos arquitectónicos— no solo salvan distancias físicas, sino que conectan mundos: el pasado y el presente, lo sagrado y lo profano, lo popular y lo culto.

Y es así, que puerto, teatro y escuela llevan poesía y música a latir en los solares y patios, en los portales donde el cuero y la madera dialogan con las palmas y el canto, pues en los barrios de Simpson, Pueblo Nuevo o La Marina, la rumba –nuestra homenajeada- no necesita escenario: basta una esquina, dos cajones y el calor humano para encender la fiesta que  convoca a la comunidad a reconocerse en su raíz común y su diversidad.

No en vano, en 2016 la UNESCO declaró a la Rumba Cubana – Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, reconociendo en ella un arte vivo que se reinventa en cada compás. Cabe resaltar entonces, que ese patrimonio aquí, no está encerrado en vitrinas: se vive en la piel y en el alma, se improvisa en las esquinas, se comparte en fiestas populares y se defiende en cada ensayo comunitario. No es solo un género musical: es un código de identidad. En cada toque de yambú, guaguancó o columbia, se cuentan historias de dolor, deseo y dignidad. Como en aquella vieja tonada: “El que no tiene de congo, tiene de carabalí, y en el cuero de la rumba nos volvemos a reunir.”

Demostrado queda que Matanzas no solo conserva la rumba: la reinventa, la hace crecer, la mezcla con nuevas sonoridades sin perder su esencia. Evocar arte, poesía y tradición es recordar a diario en su forma de vivir el crisol de identidades que te invita a tomar agua del pompón –para volver una y otra vez, a arroyar con la conga, a disfrutar de sabores centenarios y a sonar el güiro en los tronos transculturados pidiendo bendiciones y Ashe.

Por ello y más, dedicar esta XVII edición de la Jornada Cultural Cubana a Matanzas constituye un reconocimiento solemne a una ciudad que, ha sabido custodiar con dignidad su maestría, su remembranza y su identidad convirtiéndola en baluarte de la cultura nacional, erigiéndose día a día como símbolo vivo del patrimonio para Cuba.

Comentarios cerrados.