Desde 2016, la rumba cubana forma parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, según la UNESCO. Esta distinción reconoce su enorme valor como expresión viva de identidad, resistencia y cohesión social en Cuba.
La rumba nació en los barrios marginados de ciudades como La Habana y Matanzas, y también en zonas rurales cercanas a puertos y bateyes donde vivían comunidades afrodescendientes. En ese contexto, la rumba floreció como símbolo de un estrato popular cubano, desarrollando una fuerte carga de orgullo, resistencia y sociabilidad.
La rumba no es solo música o baile: es una forma de comunicación cultural profunda. A través de cantos, percusión, bailes sensuales y lenguaje corporal, se transmite una energía que conecta a intérpretes y público en un ambiente festivo y colectivo. Instrumentos de percusión, herramientas de trabajo y objetos cotidianos se integran naturalmente a esta expresión.
Los estilos más conocidos –guaguancó, yambú y columbia– se ejecutan con códigos gestuales, cantos y dinámicas que trascienden diferencias sociales, económicas, de género o etnia, y fomentan la conexión humana a través del ritmo y el cuerpo.
La transmisión intergeneracional de la rumba sigue viva en el seno de las familias, barrios y comunidades de toda Cuba, especialmente en ciudades como Matanzas, considerada uno de sus principales epicentros.
La riqueza y vitalidad de la rumba cubana no se entendería sin sus grandes cultores y agrupaciones emblemáticas, que han mantenido viva esta tradición dentro y fuera de la isla. Entre los más reconocidos se encuentran Los Muñequitos de Matanzas, considerados verdaderos embajadores de la rumba a nivel internacional. Fundado en 1952, este grupo ha llevado la rumba afrocubana a los escenarios más importantes del mundo, fusionando tradición y creatividad. También destacan AfroCuba de Matanzas, Yoruba Andabo, Clave y Guaguancó, y Rumbatá (de Camagüey), cada uno con su estilo particular y un profundo compromiso con la preservación de las raíces culturales africanas en Cuba. Estos grupos no solo mantienen vivo el legado musical, sino que también lo transmiten a nuevas generaciones a través de espectáculos, talleres y grabaciones que celebran el poder rumbero como símbolo de resistencia, identidad y arte popular.
La UNESCO valoró la riqueza rítmica, la capacidad de la rumba para transmitir alegría, identidad y pertenencia, y su rol como práctica cultural viva que se adapta, resiste y florece generación tras generación.
En esta XVII edición de la Jornadas por la Cultura Cubana en Albacete, se decide dedicar a Matanzas, como cuna de esta tradición, y a la rumba cubana, porque celebrar la rumba es también celebrar la fuerza creativa, la memoria colectiva y el alma del pueblo cubano.
